Por Susana Melina Portillo Herrera
La
posición privilegiada del hombre sobre la mujer ha sido una realidad latente
con cientos de años de antigüedad en el mundo. Gracias a la lucha de mujeres
organizadas que constituyeron las primeras olas de los movimientos feministas,
las nuevas generaciones hoy pueden ver un mundo diferente.
No
obstante, el machismo es un rasgo cultural que en la actualidad aún sigue
perpetuando el sistema de dominación de los hombres sobre las mujeres. Las
sociedades de todo el mundo han atravesado y continúan atravesando una
constante evolución en cuanto a las desigualdades entre lo masculino y lo
femenino.
En
El Salvador, en 1930, una mujer llamada Prudencia Ayala lanzó su candidatura
para Presidenta de la República, y aunque dimitió al no encontrar el respaldo
que necesitaba, dio la apertura para colocar el sufragio femenino en la agenda
nacional. Siendo así como en el año 1950 las mujeres salvadoreñas conquistaron
ese nuevo derecho. (FUNDE, s.f.)
Figura 1:
Prudencia Ayala (Ferrer (2011)
Setenta
y dos años más tarde, las notas periodísticas sobre feminicidios en medios como Canal 12 y La Prensa Gráfica siguen reproduciendo la cultura machista como una cultura hegemónica, según el
concepto de hegemonía de Gramsci (Gruppi, 1978). Que, aunque no sea impuesta
por la fuerza, permanece normalizada en una sociedad donde, según estadísticas,
junto con Honduras representa las naciones con mayor índice de violencia de
género en la región centroamericana (FUNDE, s.f.).
En
ese sentido, se puede decir que lo natural se contrapone a lo cultural, siendo
este último una serie de significados construidos por las diferentes sociedades
humanas, que traen consigo una serie de maneras de actuar y pensar que son
culturalmente aceptadas. Con el paso del tiempo y la existencia de una cultura
hegemónica por encima de otras, naturalizar algunos significados se vuelve algo
muy habitual y no precisamente positivo.
La
sociedad al percibir de esa forma el machismo, ignora el hecho de que en
realidad es una construcción de significados que son aprendidos. Y tal como lo
plantea el pensamiento gramsciano, este aprendizaje se hizo y continúa
haciéndose a través de los mecanismos de: la educación, la religión y los
medios de comunicación (Gruppi, 1978).
Estos tres actores de la comunicación y la cultura representan en El
Salvador, así como en muchos otros países, una enorme parte del aprendizaje de
los individuos.
Los
medios de comunicación, a diferencia de las iglesias y los centros escolares,
no se adjudican tan deliberadamente una función educativa. Pues, si bien
existen espacios denominados “educativos” dentro de ellos, en el ámbito
periodístico suelen presumir de objetividad y de limitarse a presentar los
hechos tal cual sucedieron.
Sin
embargo, existe un sesgo ideológico que marca la pauta para la creación de los
mensajes; y el discurso periodístico no es la excepción, pues es creado por
periodistas que no pueden escapar de esta regla. Viven dentro de un contexto
cultural, donde a través de múltiples formas, han integrado dentro de su
realidad un conjunto de significados que reconocen como naturales.
Es
aquí donde se vuelve preocupante la naturalización de significados para las
clases subalternas, que son las que no encuentran pertenencia en la cultura de
la clase hegemónica. Para el caso, el machismo que representa una estructura
patriarcal, favorece a los hombres, principalmente heterosexuales y blancos. Y,
por el contrario, las mujeres se ven expuestas a patrones culturales que las
desfavorecen, pero que continúan aprendiendo y reforzando. Esto a través del
proceso de comunicación, donde se observa incluido el discurso periodístico,
que no está exento de la subjetividad cultural.
No existe la función única
de informar
Para
entender cómo ocurre la naturalización de significados dentro y a través del
circuito del proceso de comunicación periodística resulta necesario entender
que ningún mensaje puede ser completamente objetivo. Por lo que los mensajes
periodísticos no se mantienen al margen de la influencia ideológica que pueda
ejercer el medio y los periodistas.
Según el teórico cultural y sociólogo jamaiquino Stuart Hall, la comunicación mediática no es un proceso lineal conformado por emisor – mensaje – receptor, en donde los medios dan un discurso que es recibido y aceptado por la audiencia. Sino que, se trata de un circuito integrado por: Producción, Circulación, Consumo y Reproducción (Hall, 1980, p. 1).
Figura 2:
Esquema modelo de la comunicación de Stuart Hall
Para el caso, en el momento de la producción del mensaje el periodista que lo construye es el arquitecto y los materiales de construcción son sus experiencias personales, conocimientos, significados, y en general todo su marco de referencias que existe de acuerdo al orden cultural en el que vive. Siendo lo que sucede en las notas de La Prensa Gráfica y Canal 12, donde ocurre un proceso de construcción de significados, o como diría Hall, una codificación.
Bajo esa línea, los periodistas tienen una responsabilidad enorme con los públicos y con la sociedad en general. Tanto el contenido como la forma de los mensajes que difunden inciden en la constante construcción de los patrones culturales de pensamiento y de conducta en la sociedad.
La revictimización de la
mujer
Dentro de la gran diversidad de formas de expresión de la cultura machista, revictimizar a la mujer por la violencia que ella misma sufre es más común de lo que se piensa. Según la fundación internacional Save the children (2020), la revictimización es “la respuesta que da el sistema a una víctima. Hace que reviva la situación traumática y vuelva a asumir su papel de víctima. Esta vez no es sólo víctima de un delito, si no de la incomprensión del sistema” (pp. 1).
En
términos generales, revictimizar significa responsabilizar a la víctima por el
daño que sufrió, y eso en consecuencia representa también una forma de
violencia hacia las mujeres. Se denomina violencia simbólica y se impone
gracias a la práctica discursiva que crea y refuerza la cultura y así genera
una creencia y conductas que puede ser discriminadoras, prejuiciosas y
generadoras de estereotipos (Observatorio Nacional, 2019).
La
violencia simbólica que revictimiza a las mujeres está presente en las
ediciones de los periódicos y noticieros de los medios, donde se presentan
mensajes sobre la violencia hacia las mujeres. El abordaje que los periodistas
le dan a estos hechos, en una cantidad considerable de casos, ha dejado mucho
que desear respecto a la lucha por los derechos de este sector.
El
tratamiento periodístico que reciben las notas de La Prensa Gráfica sobre
feminicidios es tan alarmante como la violencia misma. Es común leer mensajes
periodísticos como: “Mujer es asesinada presuntamente por su exesposo en un
acto de celos” (Martínez y Álvarez, 2020). Ver noticia aquí:
Figura 3
Nota de La prensa Gráfica
En
este caso, se da un fenómeno cultural donde la violencia ejercida por el
victimario pasa a competir por el protagonismo con datos irrelevantes que se
reconocen como justificantes del crimen, y que al mismo tiempo reproducen
patrones de violencia simbólica que culpan a la mujer por la agresión que
sufrió y restan culpa al victimario. Los celos del feminicida pueden llegar a
representar un justificante de la violencia que ejerce contra la mujer y este
fenómeno se circula y se reproduce en la práctica discursiva.
Ante
situaciones como éstas las víctimas se
vuelven el foco de críticas de una sociedad conservadora, que no lo piensa dos
veces para señalar a la agredida y no al agresor. Es importante recalcar que
buena parte de la responsabilidad recae en los medios de comunicación, a través
de los cuales se normalizan y se refuerzan estas formas de cultura.
El concepto cultural del “hombre”
Al mismo tiempo que se responsabiliza a la mujer por la violencia que sufre, al hombre se le justifica por haberla llevado a cabo. Se otorga entonces un significado al rol de las mujeres como un concepto relacionado a la pulcritud, la mesura y la ingenuidad. Motivo por el cual una mujer ebria, con mini falda, o inclusive con una vida sexual activa fuera del matrimonio, son conceptos que rompen con lo aprendido.
Por
el contrario, el hombre es concebido como un ser más instintivo, con carencia
de control sobre sus actos, cuya cordura es fácilmente nublada por celos,
alcohol, deseo sexual, entre otros. Algo que podemos ver ejemplificado en el
texto periodístico: “Se presume que el exesposo de Elba López la asesinó e
hirió a su pareja como un acto de celos” (Martínez y Álvarez, 2020).
De
esa forma, así como se busca responsabilizar a la víctima también se pretende
justificar al victimario, pues “la agresión a la mujer se ve popularmente como
un delito espontaneo y aislado por un aparente descontrol del agresor, que a
veces tácita e inconscientemente se justifica, porque se considera que la mujer
lo provocó” (Fung, 2014, p.167). Y, en consecuencia, el significado que se
tiene naturalizado de un hombre, es el de alguien incapaz de razonar y frenar
sus impulsos.
Figura 4:
Cavernícola
La prevención de la
violencia: otra tarea de la mujer
La
precaución femenina ante la violencia masculina es una práctica cultural
afianzada en la reproducción del machismo, donde el discurso periodístico no se
queda atrás en su reforzamiento dentro de la sociedad. La culpabilidad de la
víctima por la violencia que ha sufrido es una cosa y la precaución que deben
tener las potenciales víctimas es otra diferente, aunque la raíz es la misma:
la cultura machista.
Para
el caso, el discurso periodístico: “Se llevó a cabo un foro de prevención de
feminicidios” gira en torno a que la prevención del feminicidio es un tema que
atañe a las mujeres de todas las edades, idea que deja muy en claro al hacer
énfasis en la importancia de que las mujeres identifiquen a tiempo la violencia
en sus hogares para “no ser víctimas mortales de sus agresores” (Boquín, 2018).
Vídeo 1.
Nota periodística de Canal 12
El tratamiento mediático influye sobre la construcción social de la violencia machista. Históricamente ha influido de forma negativa; sin embargo, como plantea la investigación de la ONG feminista Mugarik Gabe (2018) “los medios pueden ser tanto agentes revictimizadores como aliados que colaboran en la denuncia” (p. 8). Y en ese sentido, una acción contra hegemónica podría constituir que los medios cuestionen los patrones culturales naturalizados dentro de las salas de redacción y productoras de noticieros, y capaciten a los periodistas para comenzar a desnaturalizar los significados que la cultura machista ha implantado tanto en ellos como en el resto de la sociedad.
Referencias
Boquín
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llevó a cabo un foro de prevención de feminicidios. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=JiSBPyPSh3Y
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S. (2011). Redención femenina, Prudencia Ayala (1885-1936). Recuperado de: https://www.mujeresenlahistoria.com/2011/05/redencion-femenina-prudencia-ayala-1885.html
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Fung, M. (2014). Análisis de la publicación periodística de
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Gruppi, L. (1978). El
concepto de hegemonía en Gramsci. México. Ediciones de cultura popular
Martínez R.
y Álvarez M. (2020, 4 de septiembre). Mujer fue asesinada en San Miguel
presuntamente por su esposo. Noticias de El Salvador - La Prensa Gráfica |
Infórmate con la verdad. https://www.laprensagrafica.com/elsalvador/Mujer-asesinada-presuntamente-por-su-exesposo-20200904-0031.html
Mugarik
Gabe (2018). El papel de los medios
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Commons. PDF: https://www.mugarikgabe.org/wp-content/uploads/2018/06/DossierMedios.pdf
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Silvia Delfino.
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simbólica: se impone gracias al lenguaje que persuade y ordena. (s/f). Observatorioviolencia.pe. Recuperado
el 20 de agosto de 2022, de https://observatorioviolencia.pe/violencia-sibolica-se-impone-gracias-al-lenguaje-que-persuade-y-ordena/